Criticas al modelo social de la discapacidad desde la filosofía personalista
Introducción
La comprensión de la discapacidad ha
sufrido una importante transformación en los últimos 50 años. Hasta finales de
los años 60 las personas con discapacidad eran consideradas sujetos de compasión
y rehabilitación, lo que suponía el reconocimiento de limitaciones de
naturaleza biológica que condicionaban su valía y los situaban en una categoría
de minusvalía. De este modo, la marginación, el paternalismo social, centrado
en el déficit, y la búsqueda de la normalización funcional, como propósito
terapéutico, eran las aproximaciones que determinaban los mecanismos de
asistencia para la recuperación o rehabilitación de este grupo de personas[1].
En la década de los años 60 y 70, a
partir del surgimiento de reivindicaciones de grupos minoritarios en Europa y
EEUU, las personas con discapacidad impulsaron diversos movimientos sociales
cuya causa fue el abogar por una vida independiente. El “movimiento de vida
independiente” (Independent Living Movement) surgió en EEUU como rechazo
a las condiciones de vida de los discapacitados, que por esa época eran apartados,
internados en centros de salud y sometidos a estrictos programas de
rehabilitación. El propósito central de estos movimientos fue lograr la
emancipación de las personas con discapacidad, reivindicar sus derechos e
insertarlos en la sociedad. De este modo surgió el modelo social de la
discapacidad, cuyo fundamento consideró que las causas que la originan no son
religiosas ni científicas, sino que son en gran medida sociales, transformando la
comprensión que hasta esa época existía de la discapacidad, basada en un
enfoque de raigambre biológica y médica, hacia una perspectiva principalmente
social y política [2].
El modelo social de la discapacidad,
vigente hasta hoy, ha influenciado el paradigma de la discapacidad y la
rehabilitación en múltiples dimensiones, dando origen a nuevos enfoques que han
penetrado el ámbito clínico y social. De especial relevancia resulta el
surgimiento del paradigma del Funcionamiento y Discapacidad promovido por la
Organización Mundial de la Salud[3]. Este sistema busca
unificar un lenguaje común que permita describir los distintos tipos de
discapacidad, integrando aspectos biológicos, contextuales y sociales en la
denominación y categorización de toda una diversidad de fenómenos
disfuncionales que podrían discapacitar la condición de vida de una persona[4].
Si bien, el modelo social de la
discapacidad encuentra su propósito en la reivindicación de la dignidad de los
pacientes, el hecho de ubicar a las causas de la discapacidad – y por ende
sus consecuencias sociales – fuera de las facultades y potencialidades de
la persona en sí, hace plausible y, por sobre todo, explicable la idea de que la
persona en situación de discapacidad se ubica en posición de segundo orden respecto
a la comunidad o colectivo al cual pertenece, lo que a todas luces constituye
una degradación del valor que todo ser humano posee, en tanto persona, con
independencia de sus factores condicionantes.
En virtud de estas contradicciones,
en el presente ensayo se pretende proponer una reflexión respecto al concepto
de persona desde una perspectiva integrativa, considerando las convergencias de
diversos autores personalistas, para luego profundizar en las raíces
filosóficas del modelo social de la discapacidad. El propósito final es articular
un dialogo entre la filosofía del modelo y los fundamentos de la dimensión
personal del ser humano, con el fin de avanzar hacia una reconceptualización epistemológica
más coherente y racional de los conceptos de discapacidad y rehabilitación.
Filosofía
de la Persona
El concepto “persona”, equivalente al
vocablo griego prósopon (πρόσωπον) y transcrito literalmente del latino persōna,
presenta un origen arraigado en la antigua dramaturgia griega, al aludir a
la máscara que escondía el rostro de los actores, haciendo resonar sus voces
fuertemente. Este recurso literario daba origen a los roles que con el diálogo
vivificaban la acción a representar, vale decir, daban identidad personal al
ser de la palabra que, a su vez, se revestía de dignidad[5].
Sin embargo, fue con el advenimiento del
cristianismo y el surgimiento de las disputas trinitarias de la época
patrística que el término persona se resignificó en su sentido más
profundo, al utilizarse para proclamar la realidad de un solo Dios subsistente
en tres personas de naturaleza divina. Así, el término persona en su sentido
más antiguo (prosopón: máscara) perdió valor y se identificó
progresivamente con el concepto de hipostasis, término griego utilizado para
“describir el proceso mediante el cual se sustantifica una propiedad,
relación o atributo abstracto que, por sí mismo, no es en modo alguno sustancia”
[6]. Desde esta perspectiva, con
predominio en la esencia, Boecio en los inicios de la época escolástica
definiría persona como: “sustancia individual de naturaleza racional”[7].
Si bien, durante la edad media, el
concepto de persona situaría su significado en el plano de la esencia (pensamiento
de Boecio y Santo Tomás) y la existencia[8]; será en el renacimiento,
con el surgimiento del humanismo, que el argumento en torno a la idea de persona
incluiría conceptos como la autoconciencia, la indeterminación y la libertad
propia del ser humano, facultad dada por su particular racionalidad[9].
En la modernidad el concepto de persona ha
ido reconfigurando su significado, hacia una valoración del “yo”, vale decir, hacia
el espíritu de la conciencia como principio del mundo del conocimiento y de la
acción personal, otorgándole al concepto un sentido ético, que asume el alto valor
absoluto que la persona posee, en tanto tal, así como el alto
valor de sus relaciones de solidaridad y fraternidad con otras.
En esta línea, Robert Spaemann
sostiene: “el término persona no sirve para identificar algo como algo, sino
que afirma algo sobre un ser determinado de una manera precisa”. En otras
palabras, cuando se predica de algo que es persona, no estamos
necesariamente atribuyendo cualidades adicionales a un ser calificado dentro de
un género, sino más bien estamos afirmando que debido a ciertas cualidades,
previamente identificadas en la naturaleza psicofísica del mismo ser, el sujeto
es una persona[10].
Es decir, para el filósofo alemán, la persona
es el modo en que el ser humano es [11].
Estas cualidades nos revelan que en el ser humano hay algo en sí mismo que es
más que cualquier modo finito y condicionado de ser, lo que, además, se
manifiesta en la sustancia misma del ser humano desde que éste comienza a
existir. Spaemann lo presenta de esta forma en otro de sus textos: “La
personeidad no es el resultado de un desarrollo, sino, antes bien, la
estructura de un único tipo de desarrollo (…)”. Luego prosigue, “(…) es
la estructura de un desarrollo; una estructura tal que puede reconocerse a si
misma retrospectivamente, como ese desarrollo y como el sujeto de ese
desarrollo, como una unidad que atraviesa el tiempo en el cual se desarrolla.
Esta unidad es la persona” [12].
En una línea similar, Karol Wojtyla se
aproxima al concepto de persona desde la perspectiva de la experiencia
del hombre, dada su particular importancia en relación con su modo de ser en
cuanto tal, es decir, del hombre como persona. En el pensamiento del ex pontífice, es en la
experiencia donde se le hace patente al hombre su propia realidad, su sí mismo
y su yo, con quién mantiene una permanente y continua relación cognoscitiva. En
otras palabras, la experiencia (principalmente experiencia interior) se asume
como un hecho inmediato, en el cual, está contenida la acción del hombre[13].
De manera interesante, en el
pensamiento de Wojtyla, lo más inmediato de la realidad propia de la
experiencia del hombre, en tanto persona, es su propia interioridad; la que se
revela a si mismo mediante el autoconocimiento. De esta manera, sería “el
autoconocimiento, quién contribuye a la formación de la autoconciencia”[14], cuya expresión se
materializa a través del actus humanus[15].
Así, en el pensamiento del ex pontífice, en todo acto humano tiene
consideración el significado de la consciencia (actividad consciente) y, a su
vez, se sumerge en el dinamismo de la voluntad humana, lo que constituye un
aspecto esencial en la relación persona-acción[16].
El acto de querer algo aprehendido
por facultad intelectiva – lo entendido como volición - constituye una facultad esencial para la
constitución del Ser personal. Este apetito elícito atrae al sujeto volente a
la realidad querida, para lo cual, es criterio de necesidad el conocer aquello
que es querido. En este sentido, dada la inmaterialidad de ambas potencias (intelección
y volición) es que se hacen perfectamente compatibles con la existencia de un
principio común a ambos, el espíritu; del cual son energías o poderes activos[17]. En otras palabras, “la
afirmación de que el hombre está dotado de espíritu quiere decir que hay en él
un cierto factor inmaterial constitutivo de la raíz común de su voluntad y de
su entendimiento”[18].
En definitiva, racionalidad, la autoconciencia
y la voluntad (atributos propios del espíritu) hace de las personas dueñas de
sus actos, siendo estos una manifestación de su naturaleza personal. Lo que los
transforma en individuos (sustancia individual), dotados de una sustancia
incomunicable (no común) y un Ser único, irrepetible y singular. Desde esta perspectiva entonces entendemos que
el Ser persona es un modo de ser consustancial a la naturaleza del ser humano,
no supeditado a la existencia de otras facultades, cualesquiera estas sean.
Entonces, ¿Cómo se entiende la ética de un
modelo comprensivo de la discapacidad que no reconoce la indeterminación, la
voluntad, ni la capacidad de agencia de una persona que la padece? ¿Cuál es la
naturaleza del concepto persona que, a menudo, se emplea en el lenguaje
propio del modelo social de la discapacidad?
En los párrafos que siguen se
analizarán brevemente los fundamentos filosóficos del modelo social de la
discapacidad para luego analizar críticamente dos de sus principios generales[19], desde la perspectiva de la
filosofía de la persona.
El modelo social de la discapacidad
El modelo social de la discapacidad
considera que las causas que originan la discapacidad no son religiosas, ni
científicas, sino que son, en gran medida de naturaleza sociales. La premisa de
este paradigma radica en que la discapacidad es más bien una construcción
social, no vinculada a deficiencias de carácter físico o psíquico de una
persona. Este enfoque se ha erigido desde la narrativa del “enfoque de
derechos en salud”, en oposición a modelos anteriores (modelo biomédico,
modelo de función-disfunción) comúnmente catalogados - por los mismos
teóricos del modelo social de la discapacidad - como: estructurantes de una sociedad que, dado
el utilitarismo exacerbado, propio de las sociedades capitalistas y neoliberales[20],
impide o (en el mejor de los casos) limita el que las personas con discapacidad
se incluyan, decidan o diseñen con autonomía su propio plan de vida en igualdad
de oportunidades[21].
De esta manera, se crea una dialéctica cuya narrativa sustenta un imaginario que
percibe a las personas con discapacidad como víctimas de condiciones de opresión,
rechazo, discriminación y segregación.
Los teóricos de este modelo enfatizan,
además, que acontecimientos sociopolíticos, culturales y económicos, que
suceden en cada época histórica, han reconfigurado el significado de la
discapacidad para las personas [22]. Por lo tanto, sería la sociedad
y su estructura el primer objetivo de transformación, si lo que se pretende es
superar las limitaciones que la discapacidad impone a quienes la padecen,
dejando en segundo orden a la persona, como sujeto de recuperación y rehabilitación[23].
En definitiva, desde el punto de vista teórico, podríamos decir que el modelo social de la discapacidad descansa sobre la base de, a lo menos, 3 “ideas fuerza” que podríamos resumir como sigue: (i) la discapacidad no sería una característica del ser humano, sino el resultado de un proceso estructurante de la sociedad. (ii) El sujeto discapacitado sería entonces un ser cuyas acciones están (pre) determinadas, ergo sus actos humanos no podrían ser propiedad de sí mismo. (iv) Por último, las perspectivas utilitaristas del modelo de sociedad que nos rige (economía de mercado, capitalismo o neoliberalismo[24]) serían la causa de la estructura social que segrega a la persona con capacidades diferentes, transformándolas en discapacitados.
Críticas al modelo social de la discapacidad desde el personalismo
La
discapacidad como resultado de la estructura social:
Ubicar al fenómeno de la discapacidad en el seno de la sociedad (realidad
externa al sujeto) supone una reconceptualización radical, no solo en lo
referido al sentido de la discapacidad misma, sino también a la esencia del ser
humano, su dimensión personal y la valía de su propia identidad.
En primer lugar, como se mencionó
inicialmente, la interioridad y su revelación a la autoconciencia es un
atributo que determina el modo de ser persona que un ser humano – por
naturaleza – es. Pues bien, esta conciencia de sí – a mi juicio – resulta
clave en un aspecto previo, incluso al hecho de ser persona, que es la relación
indisoluble entre el “yo” y el “ser”.
Imaginemos por un momento que una persona
con tetraplejia pierde su memoria, por lo tanto, desaparece su historia de vida
y el conocimiento que hasta ese instante tenía de su propia identidad. En ese
momento esa persona no sabrá “quién es”, pero nunca dejará de tener conciencia
de que efectivamente “Es algo”. Pues bien, esa conciencia de que se “Es algo”
(antes de ser alguien o un “yo”) supone la autopercepción de que se existe y se
actúa en una realidad determinada por dimensiones físicas del espacio en el que
se “Es en acto”; lo que implica – como criterio de necesidad elemental -
el poseerse en la propia corporeidad, entendida no solo como un cuerpo que
existe materialmente, sino también como manifestación de aquello que se es, a
través de la acción; facultad que, por lo demás, todos los seres humanos, en
tanto dotados de racionalidad poseen con independencia de su remanente
funcional. Entonces, si el ser humano no se posee en su unidad, debido a ciertos
componentes que encuentran su origen fuera del ser humano; tendríamos entonces
que argumentar en favor de que nuestra esencia se compone por una especie de
dualismo, conformado por la psiquis y el cuerpo en su dimensión funcional. No
obstante, a diferencia del dualismo cartesiano cuyos componentes descansaban en
la esencia del ser humano, en el dualismo propuesto por el modelo social de la
discapacidad la psiquis y la corporeidad no solo serían escindidos de la
esencia del ser humano, sino que pasarían a tener un origen de naturaleza
radicalmente diferente, el primero en el “Yo” y el segundo, en una especie de
alteridad que causa la condición de disfuncionalidad del cuerpo discapacitado.
Esta especie de “giro teleológico” que el
modelo social de la discapacidad le atribuye a la funcionalidad– a mi juicio
– resulta incompatible con la posibilidad de poseerse a si mismo en el acto
de ser, cuestión necesaria para el ejercicio de facultades, como: la intelección
y la volición humana, condiciones de posibilidad para nuestra capacidad de
agencia y para todo aquello que nos constituye como personas individuales.
Otra crítica a la idea de que la
discapacidad resulta de la naturaleza estructural de la sociedad radica en que,
si bien, la historia muestra que el hombre no está inmune a pulsiones sociales
que han terminado por marginalizar, invisibilizar o incluso a exterminar personas,
aludiendo a argumentos morales o ideológicos[25]. Lo cierto es que, a
partir de la segunda mitad del siglo XX occidente ha experimentado importantes avances
civilizatorios en temas de inclusión y derechos de las personas con
discapacidad. Steven Pinker, en su libro, “En defensa de la ilustración”
muestra cómo se han reducido significativamente los actos de discriminación hacia
minorías (raciales, sexo genéricas, discapacitados, etc.) y se ha favorecido la
generación de políticas inclusivas en los últimos 30 años, en EE. UU[26]. Este fenómeno ha sido acompañado
de un sinnúmero de iniciativas y políticas sociales impulsadas por los estados,
incluido el estado chileno, destinadas a otorgar más y mejores derechos a
personas con discapacidad en distintos ámbitos de la sociedad [27]. Incluso desde la
sociedad civil han emergido iniciativas dirigidas a mejorar las condiciones de
vida de los discapacitados. Un buen ejemplo de aquello es la Teletón que,
desde su inauguración en 1978, no ha dejado de incrementar sus donaciones,
independiente de las condiciones políticas y económicas del país[28]. Incluso, el nada
despreciable numero de personas con discapacidad que actualmente participa del
mercado laboral en nuestro país (1.115.759, equivalente a 42,8% de población
adulta con discapacidad) es un ejemplo de cómo nuestra sociedad progresivamente
ha avanzado hacia una conciencia cada vez más inclusiva con las personas en
situación de discapacidad[29].
Todos
estos antecedentes evidencian que las sociedades modernas (incluido la
nuestra) han ido transitando hacia la reivindicación de valores que elevan
la dignidad de las personas con discapacidad. Lo que ha redundado en más y
mejores oportunidades que favorecen su progreso individual y hacen factible su
propia autorrealización, sin la necesidad aparente de tener que desconocer la realidad
de una disfunción física o psíquica.
El
discapacitado como sujeto determinado: Si en el modelo bajo
análisis la discapacidad es determinada por el contexto ¿qué rangos de libertad
tendría una persona discapacitada para ejercer su autonomía, por ejemplo, en un
contexto de carencias materiales? ¿tendría algún espacio o tendría que atribuir
siempre a una especie de voluntad externa de sí mismo, las causas de los
acontecimientos de su vida?.
Imaginemos dos familias con condiciones materiales
de subsistencia diametralmente diferentes. En ambas nace un hijo con Distrofia Muscular,
pero de distinto tipo. En la familia pobre, el hijo presenta Distrofia
Muscular de Duchenne (DMD)(variante más severa) [30] y en la familia con buena situación económica,
nace un hijo con Distrofia Muscular Facioescapulohumeral (variante más
frecuente y con mejor pronóstico)[31].
Ambos desean estudiar Kinesiología[32]
¿Qué determinaría más el devenir de ambos jóvenes? ¿la magnitud del trastorno
motor o la situación económica? O, si invirtiéramos el ejemplo (hijo con DMD
nacido en familia acomodada) ¿podrá, esta vez, el contexto socioeconómico compensar
sus limitaciones funcionales para así efectivamente entrar a estudiar
Kinesiología?
A partir de este ejemplo podemos concluir que,
aun existiendo condiciones de contexto favorables, no sería realista una
pretensión de inclusión de la discapacidad tal que pueda ser aplicada a todo
evento, sobre todo si la causa de la deficiencia es lo suficientemente
limitante para el cumplimiento de determinados propósitos de vida (como
estudiar Kinesiología para un niño con DMD). Entonces, la idea de que las
posibilidades de autorrealización de una persona sin discapacidad serán siempre
(y en todo evento) superiores a las de una con discapacidad - obviamente asumiendo
condiciones materiales y culturales equivalentes – no puede ser asumido
como una realidad axiomática, mucho menos en sociedades donde existe una
alta valoración de la condición personal del discapacitado, como las sociedades
occidentales contemporáneas, donde se aprecia la existencia diversas
iniciativas público-privadas destinadas a incrementar el bienestar de las
personas en situación de discapacidad.
Criticar la idea de que la discapacidad
del ser humano resulta de la estructura social abre el debate en torno a la
filosofía de la libertad. En esta línea, la libertad, como propiedad de la
voluntad, es una tendencia inconclusa presente en todo ser con capacidad
volitiva y, por lo tanto, con capacidad intelectiva, incluyendo – lógicamente
– a las personas con discapacidad. Además, la libertad, como concepto, ha
adquirido distintas significaciones que se pueden agrupar en tres: la libertad “de”,
la libertad “para” y la “libertad de realización [33].
¿Libre de qué?, en este contexto, se
entiende la libertad como “libertad interior”, es decir, en la posibilidad de liberarse
de los umbrales de lo corpóreo, representado en los apetitos inferiores [34]. La libertad “para” hace
alusión a libertad que posee el hombre para ser “Si mismo”, es decir, “para
que nuestra realidad pueda realizar concretamente aquello que ha concebido que
va a ser el término de su realización”[35]. La tercera
dimensión es la libertad de realización que implica, en primer lugar, aceptar
que solo cabe querer aquello que no es de suyo imposible. Vale decir, no es
propio de la libertad la posibilidad de acceder a cualquier realidad deseada. Por
el contrario, el objeto de la volición de lo posible es algo más que su
posibilidad: es su efectiva existencia, su “dejar de ser solo posible”, para
pasar al plano de lo real. Por o tanto, la libertad de realización significa la
posibilidad de elegir en el plano de realidad accesible a la voluntad de la
persona.
Todas estas perspectivas teóricas nos
permiten comprender que la libertad de una persona con discapacidad, en tanto
tal, no radica en la posibilidad realización de una realidad únicamente deseada
y posibilitada por alguien distinto a si mismo; sino en la plenitud de su
capacidad intelectiva y en el ejercicio de su voluntad para decidir ser agente
de su propia existencia. De esta manera, el modo de ser persona faculta al
individuo en situación de discapacidad para encaminarse en su propia búsqueda
por el sentido de la vida, en un plano de realidad posible a su condición y
potencialidad determinada por su funcionalidad.
Conclusiones
En
el presente ensayo se ofrece una reflexión en torno a la idea de que el sentido
de la vida, como propósito fundamental de la esencia personal[36],
encuentra su posibilidad en un modo de ser que admite la realidad que se es,
desde la naturaleza del ser, mas no desde la mirada crítica de la sociedad a la
que se pertenece, como propone el modelo social de la discapacidad.
Vale
decir, aquello que se es se erige invariablemente desde la autoconciencia que determina
la facultad intelectiva, volitiva y la libertad que impulsa al ser humano a ser
agente de su existencia y dueño de sus actos, con independencia de las
limitaciones que impone su corporeidad y funcionalidad.
En
definitiva, desde la comprensión del concepto de persona, la discapacidad se presenta,
no como un fenómeno social, sino como una condición funcional propia de la
dimensión corpórea del ser humano, no necesariamente privativa de la
posibilidad de poseer una vida con sentido y realización personal. Importante
es que para esto se requiere aprehendernos y entendernos en la realidad que
somos, desde la unidad de nuestra naturaleza psicofísica, a partir del cual, construimos
nuestra identidad personal en un marco de valoración recíproca con la sociedad
a la que se pertenece.
[1]
Agustina Palacios. (2008). El modelo social de la discapacidad: orígenes,
caracterización y plasmación en la Convención Internacional sobre los Derechos
de las Personas con Discapacidad. Ediciones Cinca N°36, 1° Ed.
[2]
Jorge Victoria Maldonado. (2013). El modelo social de la discapacidad: Una
cuestión de derechos humanos. Boletín Mexicano de Derecho Comparado; 138:
1093-1109.
[3]
Organización Mundial de la Salud. (2001). Clasificación Internacional del
Funcionamiento y la Discapacidad.
[4] Organización
Mundial de la Salud. (2001). Clasificación Internacional del Funcionamiento y
la Discapacidad
[5] Diego
Buriticá Zuluaga. (2014). El concepto de persona humana en la tradición cristiana
y su progresión hasta el personalismo. Cuestiones Teológicas; 41(96): 467-493.
[6] Pelayo
García Serra. (2021). Metafísica / Hipóstasis / Sustantificación. En: Cuestiones
preambulares. Diccionario Filosófico: Manual de materialismo filosófico. Una
introducción analítica. Segunda edición: 2021. URL:
https://www.filosofia.org/filomat/df004.htm
[7]
Diego Buriticá Zuluaga. (2014). El concepto de persona humana en la tradición
cristiana y su progresión hasta el personalismo. Cuestiones Teológicas; 41(96):
467-493.
[8] Ricardo
de San Victor definiría persona desde una perspectiva existencial como:
“Existencia incomunicable de naturaleza racional”.
[9] Diego
Buriticá Zuluaga. (2014). El concepto de persona humana en la tradición
cristiana y su progresión hasta el personalismo. Cuestiones Teológicas; 41(96):
467-493.
[10]
Robert Spaemann (2010). Porqué hablamos de personas. En: Personas: Acerca de la
distinción entre algo y alguien.
[11]
Robert Spaemann. (1997) ¿Es todo ser humano una persona? Persona y Derecho, 37
(1997) : 9-23
[12]Robert
Spaemann. (1997) ¿Es todo ser humano una persona? Persona y Derecho, 37 (1997)
: 9-23
[13]
Ismael de Quiles. (1987). Filosofía de la persona según Karol Wojtyla.
Ediciones Depalma. Buenos Aires.
[14]
Ibid.
[15]
Karol Wojtyla. (2011). Persona y Acción. Ediciones Palabra S.A.
[16]
Karol Wojtyla. (2011). Persona y Acción. Ediciones Palabra S.A.
[17]
Antonio Millan-Puelles. La Voluntad En: Léxico Filosófico. Pag: 570 – 579..
[18]
Ibid.
[19]
Solo se analizarán dos de las tres ideas fuerza que se proponen para la
filosofía del modelo social de la discapacidad, por estar directamente
relacionadas con el sentido antropológico del presente ensayo.
[20]
Se ocupa aquí la palabra “neoliberalismo”, como término comúnmente empleado por
sector aes de izquierda para denostar al liberalismo clásico o a la economía
social de mercado
[21] Agustina
Palacios. (2008). El modelo social de la discapacidad: orígenes,
caracterización y plasmación en la convención Internacional sobre los derechos
de las personas con discapacidad. Edición CERMI, Primera edición.
[22] Jorge
A. Victoria Maldonado. (2013). El modelo social de la discapacidad: Una
cuestión de derechos humanos. Boletín Mexicano de Derecho Comparado. Año
XLVI(138). Pag: 1093 – 1109.
[23] Agustina
Palacios. (2008). El modelo social de la discapacidad: orígenes,
caracterización y plasmación en la convención Internacional sobre los derechos
de las personas con discapacidad. Edición CERMI, Primera edición.
[24] Ídem
a nota citada en referencia n°20.
[25]
Hannah Arendt. (1963). Eichmann en Jerusalén. Informe sobre la banalidad del
mal. Editorial Debolsillo.
[26]
Steven Pinker (2018). En defensa de la Ilustración: Por la razón, la ciencia,
el humanismo y el progreso. Ed: Paidós.
[27] Derechos
de las personas con discapacidad. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile.
[28] Transparencia.
Teletón.cl. Extraído el 27/12/2022 de https://www.teleton.cl/transparencia/
[29]
La discapacidad y sus cifras en Chile. Extraído el 27/12/2022, de: https://fundacioncontrabajo.cl/blog/cultura-inclusiva/discapacidad-en-chile/
[30]
La Distrofia Muscular de Duchenne (DMD) es una enfermedad genética que afecta
una proteína clave de las fibras musculares. Los niños que la padecen tienen
una perdida severa de sus funciones motoras a partir de los 7 años, pierden
tempranamente su capacidad de locomoción y la posibilidad de realizar acciones
de cuidado personal.
[31]
La Distrofia Muscular Facio escapulo humeral, es una variante benigna de la
DMD. Los niños llegan a la edad adulta manteniendo sus funciones motoras
(caminar, entre otros). Es una enfermedad con un excelente pronostico a largo
plazo.
[32]
La Kinesiología al ser una profesión con una fuerte dimensión práctica,
requiere de habilidades físicas y psicomotoras altamente complejas para
alcanzar una buena praxis. Por este motivo, la carrera requiere de salud
compatible para su estudio y el posterior ejercicio de la profesión
[33] Xavier
Zubiri. ¿Qué es ser libre?
[34]
Max Scheler.(2004). El puesto del hombre en el cosmos.
[35] Xavier
Zubiri. ¿Qué es ser libre?
[36] Viktor
Frankl. (2015) El hombre en busca de sentido. Editorial Herder.
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