Criticas al modelo social de la discapacidad desde la filosofía personalista

 Introducción

            La comprensión de la discapacidad ha sufrido una importante transformación en los últimos 50 años. Hasta finales de los años 60 las personas con discapacidad eran consideradas sujetos de compasión y rehabilitación, lo que suponía el reconocimiento de limitaciones de naturaleza biológica que condicionaban su valía y los situaban en una categoría de minusvalía. De este modo, la marginación, el paternalismo social, centrado en el déficit, y la búsqueda de la normalización funcional, como propósito terapéutico, eran las aproximaciones que determinaban los mecanismos de asistencia para la recuperación o rehabilitación de este grupo de personas[1]

            En la década de los años 60 y 70, a partir del surgimiento de reivindicaciones de grupos minoritarios en Europa y EEUU, las personas con discapacidad impulsaron diversos movimientos sociales cuya causa fue el abogar por una vida independiente. El “movimiento de vida independiente” (Independent Living Movement) surgió en EEUU como rechazo a las condiciones de vida de los discapacitados, que por esa época eran apartados, internados en centros de salud y sometidos a estrictos programas de rehabilitación. El propósito central de estos movimientos fue lograr la emancipación de las personas con discapacidad, reivindicar sus derechos e insertarlos en la sociedad. De este modo surgió el modelo social de la discapacidad, cuyo fundamento consideró que las causas que la originan no son religiosas ni científicas, sino que son en gran medida sociales, transformando la comprensión que hasta esa época existía de la discapacidad, basada en un enfoque de raigambre biológica y médica, hacia una perspectiva principalmente social y política [2].   

            El modelo social de la discapacidad, vigente hasta hoy, ha influenciado el paradigma de la discapacidad y la rehabilitación en múltiples dimensiones, dando origen a nuevos enfoques que han penetrado el ámbito clínico y social. De especial relevancia resulta el surgimiento del paradigma del Funcionamiento y Discapacidad promovido por la Organización Mundial de la Salud[3]. Este sistema busca unificar un lenguaje común que permita describir los distintos tipos de discapacidad, integrando aspectos biológicos, contextuales y sociales en la denominación y categorización de toda una diversidad de fenómenos disfuncionales que podrían discapacitar la condición de vida de una persona[4].

            Si bien, el modelo social de la discapacidad encuentra su propósito en la reivindicación de la dignidad de los pacientes, el hecho de ubicar a las causas de la discapacidad – y por ende sus consecuencias sociales – fuera de las facultades y potencialidades de la persona en sí, hace plausible y, por sobre todo, explicable la idea de que la persona en situación de discapacidad se ubica en posición de segundo orden respecto a la comunidad o colectivo al cual pertenece, lo que a todas luces constituye una degradación del valor que todo ser humano posee, en tanto persona, con independencia de sus factores condicionantes.

            En virtud de estas contradicciones, en el presente ensayo se pretende proponer una reflexión respecto al concepto de persona desde una perspectiva integrativa, considerando las convergencias de diversos autores personalistas, para luego profundizar en las raíces filosóficas del modelo social de la discapacidad. El propósito final es articular un dialogo entre la filosofía del modelo y los fundamentos de la dimensión personal del ser humano, con el fin de avanzar hacia una reconceptualización epistemológica más coherente y racional de los conceptos de discapacidad y rehabilitación.


Filosofía de la Persona

El concepto “persona”, equivalente al vocablo griego prósopon (πρόσωπον) y transcrito literalmente del latino persōna, presenta un origen arraigado en la antigua dramaturgia griega, al aludir a la máscara que escondía el rostro de los actores, haciendo resonar sus voces fuertemente. Este recurso literario daba origen a los roles que con el diálogo vivificaban la acción a representar, vale decir, daban identidad personal al ser de la palabra que, a su vez, se revestía de dignidad[5].

Sin embargo, fue con el advenimiento del cristianismo y el surgimiento de las disputas trinitarias de la época patrística que el término persona se resignificó en su sentido más profundo, al utilizarse para proclamar la realidad de un solo Dios subsistente en tres personas de naturaleza divina. Así, el término persona en su sentido más antiguo (prosopón: máscara) perdió valor y se identificó progresivamente con el concepto de hipostasis, término griego utilizado para “describir el proceso mediante el cual se sustantifica una propiedad, relación o atributo abstracto que, por sí mismo, no es en modo alguno sustancia[6]. Desde esta perspectiva, con predominio en la esencia, Boecio en los inicios de la época escolástica definiría persona como: “sustancia individual de naturaleza racional[7].  

Si bien, durante la edad media, el concepto de persona situaría su significado en el plano de la esencia (pensamiento de Boecio y Santo Tomás) y la existencia[8]; será en el renacimiento, con el surgimiento del humanismo, que el argumento en torno a la idea de persona incluiría conceptos como la autoconciencia, la indeterminación y la libertad propia del ser humano, facultad dada por su particular racionalidad[9].

En la modernidad el concepto de persona ha ido reconfigurando su significado, hacia una valoración del “yo”, vale decir, hacia el espíritu de la conciencia como principio del mundo del conocimiento y de la acción personal, otorgándole al concepto un sentido ético, que asume el alto valor absoluto que la persona posee, en tanto tal, así como el alto valor de sus relaciones de solidaridad y fraternidad con otras.

            En esta línea, Robert Spaemann sostiene: “el término persona no sirve para identificar algo como algo, sino que afirma algo sobre un ser determinado de una manera precisa”. En otras palabras, cuando se predica de algo que es persona, no estamos necesariamente atribuyendo cualidades adicionales a un ser calificado dentro de un género, sino más bien estamos afirmando que debido a ciertas cualidades, previamente identificadas en la naturaleza psicofísica del mismo ser, el sujeto es una persona[10].  Es decir, para el filósofo alemán, la persona es el modo en que el ser humano es [11]. Estas cualidades nos revelan que en el ser humano hay algo en sí mismo que es más que cualquier modo finito y condicionado de ser, lo que, además, se manifiesta en la sustancia misma del ser humano desde que éste comienza a existir. Spaemann lo presenta de esta forma en otro de sus textos: “La personeidad no es el resultado de un desarrollo, sino, antes bien, la estructura de un único tipo de desarrollo (…)”. Luego prosigue, “(…) es la estructura de un desarrollo; una estructura tal que puede reconocerse a si misma retrospectivamente, como ese desarrollo y como el sujeto de ese desarrollo, como una unidad que atraviesa el tiempo en el cual se desarrolla. Esta unidad es la persona[12].

            En una línea similar, Karol Wojtyla se aproxima al concepto de persona desde la perspectiva de la experiencia del hombre, dada su particular importancia en relación con su modo de ser en cuanto tal, es decir, del hombre como persona.  En el pensamiento del ex pontífice, es en la experiencia donde se le hace patente al hombre su propia realidad, su sí mismo y su yo, con quién mantiene una permanente y continua relación cognoscitiva. En otras palabras, la experiencia (principalmente experiencia interior) se asume como un hecho inmediato, en el cual, está contenida la acción del hombre[13].

            De manera interesante, en el pensamiento de Wojtyla, lo más inmediato de la realidad propia de la experiencia del hombre, en tanto persona, es su propia interioridad; la que se revela a si mismo mediante el autoconocimiento. De esta manera, sería “el autoconocimiento, quién contribuye a la formación de la autoconciencia[14], cuya expresión se materializa a través del actus humanus[15]. Así, en el pensamiento del ex pontífice, en todo acto humano tiene consideración el significado de la consciencia (actividad consciente) y, a su vez, se sumerge en el dinamismo de la voluntad humana, lo que constituye un aspecto esencial en la relación persona-acción[16].

            El acto de querer algo aprehendido por facultad intelectiva – lo entendido como volición -  constituye una facultad esencial para la constitución del Ser personal. Este apetito elícito atrae al sujeto volente a la realidad querida, para lo cual, es criterio de necesidad el conocer aquello que es querido. En este sentido, dada la inmaterialidad de ambas potencias (intelección y volición) es que se hacen perfectamente compatibles con la existencia de un principio común a ambos, el espíritu; del cual son energías o poderes activos[17]. En otras palabras, “la afirmación de que el hombre está dotado de espíritu quiere decir que hay en él un cierto factor inmaterial constitutivo de la raíz común de su voluntad y de su entendimiento[18].

            En definitiva, racionalidad, la autoconciencia y la voluntad (atributos propios del espíritu) hace de las personas dueñas de sus actos, siendo estos una manifestación de su naturaleza personal. Lo que los transforma en individuos (sustancia individual), dotados de una sustancia incomunicable (no común) y un Ser único, irrepetible y singular.  Desde esta perspectiva entonces entendemos que el Ser persona es un modo de ser consustancial a la naturaleza del ser humano, no supeditado a la existencia de otras facultades, cualesquiera estas sean.

Entonces, ¿Cómo se entiende la ética de un modelo comprensivo de la discapacidad que no reconoce la indeterminación, la voluntad, ni la capacidad de agencia de una persona que la padece? ¿Cuál es la naturaleza del concepto persona que, a menudo, se emplea en el lenguaje propio del modelo social de la discapacidad?

            En los párrafos que siguen se analizarán brevemente los fundamentos filosóficos del modelo social de la discapacidad para luego analizar críticamente dos de sus principios generales[19], desde la perspectiva de la filosofía de la persona.


El modelo social de la discapacidad

El modelo social de la discapacidad considera que las causas que originan la discapacidad no son religiosas, ni científicas, sino que son, en gran medida de naturaleza sociales. La premisa de este paradigma radica en que la discapacidad es más bien una construcción social, no vinculada a deficiencias de carácter físico o psíquico de una persona. Este enfoque se ha erigido desde la narrativa del “enfoque de derechos en salud”, en oposición a modelos anteriores (modelo biomédico, modelo de función-disfunción) comúnmente catalogados - por los mismos teóricos del modelo social de la discapacidad -  como: estructurantes de una sociedad que, dado el utilitarismo exacerbado, propio de las sociedades capitalistas y neoliberales[20], impide o (en el mejor de los casos) limita el que las personas con discapacidad se incluyan, decidan o diseñen con autonomía su propio plan de vida en igualdad de oportunidades[21]. De esta manera, se crea una dialéctica cuya narrativa sustenta un imaginario que percibe a las personas con discapacidad como víctimas de condiciones de opresión, rechazo, discriminación y segregación.

Los teóricos de este modelo enfatizan, además, que acontecimientos sociopolíticos, culturales y económicos, que suceden en cada época histórica, han reconfigurado el significado de la discapacidad para las personas [22]. Por lo tanto, sería la sociedad y su estructura el primer objetivo de transformación, si lo que se pretende es superar las limitaciones que la discapacidad impone a quienes la padecen, dejando en segundo orden a la persona, como sujeto de recuperación y rehabilitación[23].

En definitiva, desde el punto de vista teórico, podríamos decir que el modelo social de la discapacidad descansa sobre la base de, a lo menos, 3 “ideas fuerza” que podríamos resumir como sigue: (i) la discapacidad no sería una característica del ser humano, sino el resultado de un proceso estructurante de la sociedad. (ii) El sujeto discapacitado sería entonces un ser cuyas acciones están (pre) determinadas, ergo sus actos humanos no podrían ser propiedad de sí mismo. (iv) Por último, las perspectivas utilitaristas del modelo de sociedad que nos rige (economía de mercado, capitalismo o neoliberalismo[24]) serían la causa de la estructura social que segrega a la persona con capacidades diferentes, transformándolas en discapacitados.

       Críticas al modelo social de la discapacidad desde el personalismo

La discapacidad como resultado de la estructura social: Ubicar al fenómeno de la discapacidad en el seno de la sociedad (realidad externa al sujeto) supone una reconceptualización radical, no solo en lo referido al sentido de la discapacidad misma, sino también a la esencia del ser humano, su dimensión personal y la valía de su propia identidad.

En primer lugar, como se mencionó inicialmente, la interioridad y su revelación a la autoconciencia es un atributo que determina el modo de ser persona que un ser humano – por naturaleza – es. Pues bien, esta conciencia de sí – a mi juicio – resulta clave en un aspecto previo, incluso al hecho de ser persona, que es la relación indisoluble entre el “yo” y el “ser”.

Imaginemos por un momento que una persona con tetraplejia pierde su memoria, por lo tanto, desaparece su historia de vida y el conocimiento que hasta ese instante tenía de su propia identidad. En ese momento esa persona no sabrá “quién es”, pero nunca dejará de tener conciencia de que efectivamente “Es algo”. Pues bien, esa conciencia de que se “Es algo” (antes de ser alguien o un “yo”) supone la autopercepción de que se existe y se actúa en una realidad determinada por dimensiones físicas del espacio en el que se “Es en acto”; lo que implica – como criterio de necesidad elemental - el poseerse en la propia corporeidad, entendida no solo como un cuerpo que existe materialmente, sino también como manifestación de aquello que se es, a través de la acción; facultad que, por lo demás, todos los seres humanos, en tanto dotados de racionalidad poseen con independencia de su remanente funcional. Entonces, si el ser humano no se posee en su unidad, debido a ciertos componentes que encuentran su origen fuera del ser humano; tendríamos entonces que argumentar en favor de que nuestra esencia se compone por una especie de dualismo, conformado por la psiquis y el cuerpo en su dimensión funcional. No obstante, a diferencia del dualismo cartesiano cuyos componentes descansaban en la esencia del ser humano, en el dualismo propuesto por el modelo social de la discapacidad la psiquis y la corporeidad no solo serían escindidos de la esencia del ser humano, sino que pasarían a tener un origen de naturaleza radicalmente diferente, el primero en el “Yo” y el segundo, en una especie de alteridad que causa la condición de disfuncionalidad del cuerpo discapacitado.

Esta especie de “giro teleológico” que el modelo social de la discapacidad le atribuye a la funcionalidad– a mi juicio – resulta incompatible con la posibilidad de poseerse a si mismo en el acto de ser, cuestión necesaria para el ejercicio de facultades, como: la intelección y la volición humana, condiciones de posibilidad para nuestra capacidad de agencia y para todo aquello que nos constituye como personas individuales.  

Otra crítica a la idea de que la discapacidad resulta de la naturaleza estructural de la sociedad radica en que, si bien, la historia muestra que el hombre no está inmune a pulsiones sociales que han terminado por marginalizar, invisibilizar o incluso a exterminar personas, aludiendo a argumentos morales o ideológicos[25]. Lo cierto es que, a partir de la segunda mitad del siglo XX occidente ha experimentado importantes avances civilizatorios en temas de inclusión y derechos de las personas con discapacidad. Steven Pinker, en su libro, “En defensa de la ilustración” muestra cómo se han reducido significativamente los actos de discriminación hacia minorías (raciales, sexo genéricas, discapacitados, etc.) y se ha favorecido la generación de políticas inclusivas en los últimos 30 años, en EE. UU[26]. Este fenómeno ha sido acompañado de un sinnúmero de iniciativas y políticas sociales impulsadas por los estados, incluido el estado chileno, destinadas a otorgar más y mejores derechos a personas con discapacidad en distintos ámbitos de la sociedad [27]. Incluso desde la sociedad civil han emergido iniciativas dirigidas a mejorar las condiciones de vida de los discapacitados. Un buen ejemplo de aquello es la Teletón que, desde su inauguración en 1978, no ha dejado de incrementar sus donaciones, independiente de las condiciones políticas y económicas del país[28]. Incluso, el nada despreciable numero de personas con discapacidad que actualmente participa del mercado laboral en nuestro país (1.115.759, equivalente a 42,8% de población adulta con discapacidad) es un ejemplo de cómo nuestra sociedad progresivamente ha avanzado hacia una conciencia cada vez más inclusiva con las personas en situación de discapacidad[29].

Todos estos antecedentes evidencian que las sociedades modernas (incluido la nuestra) han ido transitando hacia la reivindicación de valores que elevan la dignidad de las personas con discapacidad. Lo que ha redundado en más y mejores oportunidades que favorecen su progreso individual y hacen factible su propia autorrealización, sin la necesidad aparente de tener que desconocer la realidad de una disfunción física o psíquica.

El discapacitado como sujeto determinado: Si en el modelo bajo análisis la discapacidad es determinada por el contexto ¿qué rangos de libertad tendría una persona discapacitada para ejercer su autonomía, por ejemplo, en un contexto de carencias materiales? ¿tendría algún espacio o tendría que atribuir siempre a una especie de voluntad externa de sí mismo, las causas de los acontecimientos de su vida?.

Imaginemos dos familias con condiciones materiales de subsistencia diametralmente diferentes. En ambas nace un hijo con Distrofia Muscular, pero de distinto tipo. En la familia pobre, el hijo presenta Distrofia Muscular de Duchenne (DMD)(variante más severa) [30]  y en la familia con buena situación económica, nace un hijo con Distrofia Muscular Facioescapulohumeral (variante más frecuente y con mejor pronóstico)[31]. Ambos desean estudiar Kinesiología[32] ¿Qué determinaría más el devenir de ambos jóvenes? ¿la magnitud del trastorno motor o la situación económica? O, si invirtiéramos el ejemplo (hijo con DMD nacido en familia acomodada) ¿podrá, esta vez, el contexto socioeconómico compensar sus limitaciones funcionales para así efectivamente entrar a estudiar Kinesiología?

A partir de este ejemplo podemos concluir que, aun existiendo condiciones de contexto favorables, no sería realista una pretensión de inclusión de la discapacidad tal que pueda ser aplicada a todo evento, sobre todo si la causa de la deficiencia es lo suficientemente limitante para el cumplimiento de determinados propósitos de vida (como estudiar Kinesiología para un niño con DMD). Entonces, la idea de que las posibilidades de autorrealización de una persona sin discapacidad serán siempre (y en todo evento) superiores a las de una con discapacidad - obviamente asumiendo condiciones materiales y culturales equivalentes – no puede ser asumido como una realidad axiomática, mucho menos en sociedades donde existe una alta valoración de la condición personal del discapacitado, como las sociedades occidentales contemporáneas, donde se aprecia la existencia diversas iniciativas público-privadas destinadas a incrementar el bienestar de las personas en situación de discapacidad.  

Criticar la idea de que la discapacidad del ser humano resulta de la estructura social abre el debate en torno a la filosofía de la libertad. En esta línea, la libertad, como propiedad de la voluntad, es una tendencia inconclusa presente en todo ser con capacidad volitiva y, por lo tanto, con capacidad intelectiva, incluyendo – lógicamente – a las personas con discapacidad. Además, la libertad, como concepto, ha adquirido distintas significaciones que se pueden agrupar en tres: la libertad “de”, la libertad “para” y la “libertad de realización [33].

¿Libre de qué?, en este contexto, se entiende la libertad como “libertad interior”, es decir, en la posibilidad de liberarse de los umbrales de lo corpóreo, representado en los apetitos inferiores [34]. La libertad “para” hace alusión a libertad que posee el hombre para ser “Si mismo”, es decir, “para que nuestra realidad pueda realizar concretamente aquello que ha concebido que va a ser el término de su realización[35]. La tercera dimensión es la libertad de realización que implica, en primer lugar, aceptar que solo cabe querer aquello que no es de suyo imposible. Vale decir, no es propio de la libertad la posibilidad de acceder a cualquier realidad deseada. Por el contrario, el objeto de la volición de lo posible es algo más que su posibilidad: es su efectiva existencia, su “dejar de ser solo posible”, para pasar al plano de lo real. Por o tanto, la libertad de realización significa la posibilidad de elegir en el plano de realidad accesible a la voluntad de la persona.

Todas estas perspectivas teóricas nos permiten comprender que la libertad de una persona con discapacidad, en tanto tal, no radica en la posibilidad realización de una realidad únicamente deseada y posibilitada por alguien distinto a si mismo; sino en la plenitud de su capacidad intelectiva y en el ejercicio de su voluntad para decidir ser agente de su propia existencia. De esta manera, el modo de ser persona faculta al individuo en situación de discapacidad para encaminarse en su propia búsqueda por el sentido de la vida, en un plano de realidad posible a su condición y potencialidad determinada por su funcionalidad.  

Conclusiones

            En el presente ensayo se ofrece una reflexión en torno a la idea de que el sentido de la vida, como propósito fundamental de la esencia personal[36], encuentra su posibilidad en un modo de ser que admite la realidad que se es, desde la naturaleza del ser, mas no desde la mirada crítica de la sociedad a la que se pertenece, como propone el modelo social de la discapacidad.

Vale decir, aquello que se es se erige invariablemente desde la autoconciencia que determina la facultad intelectiva, volitiva y la libertad que impulsa al ser humano a ser agente de su existencia y dueño de sus actos, con independencia de las limitaciones que impone su corporeidad y funcionalidad.

            En definitiva, desde la comprensión del concepto de persona, la discapacidad se presenta, no como un fenómeno social, sino como una condición funcional propia de la dimensión corpórea del ser humano, no necesariamente privativa de la posibilidad de poseer una vida con sentido y realización personal. Importante es que para esto se requiere aprehendernos y entendernos en la realidad que somos, desde la unidad de nuestra naturaleza psicofísica, a partir del cual, construimos nuestra identidad personal en un marco de valoración recíproca con la sociedad a la que se pertenece.

 



[1] Agustina Palacios. (2008). El modelo social de la discapacidad: orígenes, caracterización y plasmación en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Ediciones Cinca N°36, 1° Ed.

[2] Jorge Victoria Maldonado. (2013). El modelo social de la discapacidad: Una cuestión de derechos humanos. Boletín Mexicano de Derecho Comparado; 138: 1093-1109.

[3] Organización Mundial de la Salud. (2001). Clasificación Internacional del Funcionamiento y la Discapacidad.

[4] Organización Mundial de la Salud. (2001). Clasificación Internacional del Funcionamiento y la Discapacidad

[5] Diego Buriticá Zuluaga. (2014). El concepto de persona humana en la tradición cristiana y su progresión hasta el personalismo. Cuestiones Teológicas; 41(96): 467-493.

[6] Pelayo García Serra. (2021). Metafísica / Hipóstasis / Sustantificación. En: Cuestiones preambulares. Diccionario Filosófico: Manual de materialismo filosófico. Una introducción analítica. Segunda edición: 2021. URL: https://www.filosofia.org/filomat/df004.htm

[7] Diego Buriticá Zuluaga. (2014). El concepto de persona humana en la tradición cristiana y su progresión hasta el personalismo. Cuestiones Teológicas; 41(96): 467-493.

[8] Ricardo de San Victor definiría persona desde una perspectiva existencial como: “Existencia incomunicable de naturaleza racional”.

[9] Diego Buriticá Zuluaga. (2014). El concepto de persona humana en la tradición cristiana y su progresión hasta el personalismo. Cuestiones Teológicas; 41(96): 467-493.

[10] Robert Spaemann (2010). Porqué hablamos de personas. En: Personas: Acerca de la distinción entre algo y alguien.

[11] Robert Spaemann. (1997) ¿Es todo ser humano una persona? Persona y Derecho, 37 (1997) : 9-23

[12]Robert Spaemann. (1997) ¿Es todo ser humano una persona? Persona y Derecho, 37 (1997) : 9-23

[13] Ismael de Quiles. (1987). Filosofía de la persona según Karol Wojtyla. Ediciones Depalma. Buenos Aires.

[14] Ibid.

[15] Karol Wojtyla. (2011). Persona y Acción. Ediciones Palabra S.A.

[16] Karol Wojtyla. (2011). Persona y Acción. Ediciones Palabra S.A.

[17] Antonio Millan-Puelles. La Voluntad En: Léxico Filosófico. Pag: 570 – 579..

[18] Ibid.

[19] Solo se analizarán dos de las tres ideas fuerza que se proponen para la filosofía del modelo social de la discapacidad, por estar directamente relacionadas con el sentido antropológico del presente ensayo.

[20] Se ocupa aquí la palabra “neoliberalismo”, como término comúnmente empleado por sector aes de izquierda para denostar al liberalismo clásico o a la economía social de mercado

[21] Agustina Palacios. (2008). El modelo social de la discapacidad: orígenes, caracterización y plasmación en la convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad. Edición CERMI, Primera edición.

[22] Jorge A. Victoria Maldonado. (2013). El modelo social de la discapacidad: Una cuestión de derechos humanos. Boletín Mexicano de Derecho Comparado. Año XLVI(138). Pag: 1093 – 1109.

[23] Agustina Palacios. (2008). El modelo social de la discapacidad: orígenes, caracterización y plasmación en la convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad. Edición CERMI, Primera edición.

[24] Ídem a nota citada en referencia n°20.

[25] Hannah Arendt. (1963). Eichmann en Jerusalén. Informe sobre la banalidad del mal. Editorial Debolsillo.

[26] Steven Pinker (2018). En defensa de la Ilustración: Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso. Ed: Paidós.

[27] Derechos de las personas con discapacidad. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile.

[28] Transparencia. Teletón.cl. Extraído el 27/12/2022 de  https://www.teleton.cl/transparencia/

[29] La discapacidad y sus cifras en Chile. Extraído el 27/12/2022, de: https://fundacioncontrabajo.cl/blog/cultura-inclusiva/discapacidad-en-chile/

[30] La Distrofia Muscular de Duchenne (DMD) es una enfermedad genética que afecta una proteína clave de las fibras musculares. Los niños que la padecen tienen una perdida severa de sus funciones motoras a partir de los 7 años, pierden tempranamente su capacidad de locomoción y la posibilidad de realizar acciones de cuidado personal.

[31] La Distrofia Muscular Facio escapulo humeral, es una variante benigna de la DMD. Los niños llegan a la edad adulta manteniendo sus funciones motoras (caminar, entre otros). Es una enfermedad con un excelente pronostico a largo plazo.

[32] La Kinesiología al ser una profesión con una fuerte dimensión práctica, requiere de habilidades físicas y psicomotoras altamente complejas para alcanzar una buena praxis. Por este motivo, la carrera requiere de salud compatible para su estudio y el posterior ejercicio de la profesión

[33] Xavier Zubiri. ¿Qué es ser libre?

[34] Max Scheler.(2004). El puesto del hombre en el cosmos.

[35] Xavier Zubiri. ¿Qué es ser libre?

[36] Viktor Frankl. (2015) El hombre en busca de sentido. Editorial Herder. 

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